EL NUEVO CINE ARGENTINO
El Cine actual y legislación protectora
La creación de un estilo
El actual cine
argentino destaca por su calidad, lo que los críticos denominan cine de autor,
en el que los directores tratan de buscar la originalidad y contar por lo
general, una historia humana. No ha creado una escuela, pero es un cine
reconocible por sus relatos bien contados y con cierta reflexión sobre los
sentimientos. Ha alcanzado éxitos notables, Juan José Campanella con Luna de Avellaneda (2004),
El hijo de la novia (2001) y El
secreto de tus ojos (2009), acompañándole en la acepción
internacional la divertida historia de una estafa, Nueve reinas (2000) de Fabián Bielinsky, Elsa
y Fred (2005) de Marcos Carrnevale con un "felliniano"
relato de la relación de dos ancianos o una road
movie a lo largo de la
Patagonia argentina en busca de un perro, Historias
mínimas (2002) de Carlos
Sorin. Ha llamado también la atención internacional la despiadada historia
entre vecinos que cuentan Mariano Cohn y Gastón Duprat en El hombre de al lado (2009) y Relatos salvajes (2014) de Damián Szifron. Destaca
el gusto argentino por la buena realización Días de vinilo (2012)
de Gabriel Nessi con temática clásica, cuatro amigos, música y mujeres. Aun
perdura el recuerdo de la dictadura militar en Kanchatka (2002) de Marcelo
Piñeyro y uno de los pocos intentos de un cine social lo vemos en El oso rojo (2012)
de Adrián Caetano.
El cine
argentino está regulado por la Ley de Fomento de las actividades
cinematográficas, 24377-20270-17741 y el Decreto 124801 de 2001, que
establecen en el el Fondo de
Fomento, que gestiona el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), que se financia con el 10% de los ingresos de
taquilla, el 10% de las ventas de DVDs, el 25% de la recaudación por gravámenes
del Comité Federal de Radio y por los ingresos del INCAA (intereses, multas,
etc). Las cantidades no utilizadas del Fondo de Fomento incrementan las que
correspondan al Fondo el año siguiente. Las subvenciones a largometrajes
los concede el INCAA por razones culturales, artísticas, técnicas e industriales,
existiendo la categoría de interés especial para películas consideradas relevantes
o destinadas a la infancia, El INCAA responde a la solicitud de ayudas a los 30 días y realiza los pagos trimestralmente.
Argentina
ha sentido siempre gran pasión por el cine. El periodo del cine mudo fue
brillante, al igual que los comienzos del cine sonoro, con películas bien aceptadas
por el público. Las películas realizadas en los años 40 están dentro del cine de género, comedia, melodrama y policíaco, algunas con
gran aceptación popular. Entre ellas, las de mayor éxito, Dios se lo pague (1947) de Luís
César Amadori, Historia de una mala mujer (1948)
de Luís Saslavsky, Vendedora de fantasía (1950)
de Daniel Tinayre y Los isleros ((1951) de Lucas Demare. Los
jóvenes reclamaban la modernización de la temática y del lenguaje, por lo que
recibieron entusiasmados las películas de Leopoldo Torre Nilsson,
el primer innovador, próximo a Antonioni, explorando la incomunicación y a
Buñuel por el toque surrealista. Sus películas fueron bien aceptadas en
Argentina e internacionalmente, desde La casa del ángel (1957), sobre
una novela de Beatriz Guido, su gran colaboradora en los guiones. Trata la
decadencia de la buena sociedad porteña en los 20 . En El secuestrador (1958), unos niños y un exsacerdote extravagante, vestido con una raída sotana, al
que una infancia diabólica le ha trastornado. Prosigue con el tema de la
infancia inocente, pero difícil, en La caída (1959). Torre Nilsson indicó: “Quizás
después de ver La caída se comprenda la incomunicación y el desencuentro entre adultos y niños”. La madurez la alcanza con La mano en la trampa (1961). Vemos a una joven que al igual que en La caída descubrirá la complejidad de la vida. Todas sus
películas tienen humor negro, consolidando su triunfo artístico y comercial con
Martín Fierro (1968), basada en el poema
histórico de José Hernández, sobre el mundo gaucho.
Fernando Ayala
es otro precursor del nuevo cine. Posee un lenguaje moderno, alejado del
costumbrismo. Intensa, El jefe (1958)
protagonizada por una pequeña banda de delincuentes menores, en Paula
cautiva (1963) el hilo
argumental es un rico argentino que regresa de EEUU y se hace acompañar por una
bella “call-girl” de la buena sociedad. Destaca el fondo musical en el que se encuentra el
bandoneón de Astor Piazzola. Su prestigio
y la aceptación de los espectadores
se confirman con Hotel
alojamiento (1966). Un matrimonio, con la mujer a punto de dar a
luz, se aloja por error en una casa de citas. Numerosos jóvenes siguieron el camino abierto
por Torre Nilsson y por Ayala y se dedicaron al cine. Estos jóvenes inician sus
primeras películas con influencia del cine europeo y desean contar la realidad
de Argentina. Un grupo de treinta jóvenes emprendió
la senda del nuevo cine. Entre ellos, David José Kohon alcanza una cierta aceptación con Tres veces Ana (1961),
tres historias con protagonistas adolescentes, , mostrando su vida y los barrios de Buenos Aires. Vuelve a utilizar la
unidad espacio tiempo en Breve cielo (1968),
la historia de veinticuatro horas de la relación de unos adolescentes.
Lautaro Murúa, buen
actor chileno, dirige con rigor su primera película en Argentina, Shunko (1980), planteando
las reacciones de un profesor trasladado a una escuela en Santiago del Estero, cuyos
alumnos son quechuas, con la superación de la incomprensión mutua. Simón Feldman en
El negoción (1959) hace una devastadora
crítica del totalitarismo, con clara referencia al peronismo. Manuel Antín, influido por Resnais, muestra su elegancia realizadora en La cifra impar (1962),
en Los venerables todos (1962), y obtiene un éxito artístico y de
público con Don Segundo Sombra (1969), en la que el
protagonista llega a ser un perfecto gaucho siguiendo el ejemplo de su padre,
Segundo Sombra, un modelo para los gauchos. Y con un estilo más austero y, con toques de
humor, Fernando Birri describe la vida de los
habitantes de Santa Fe, junto al Salado, en
Los inundados (1962).
Tuvo éxito artístico y de público,
desde su primera película Rodolfo Kuhn, Los jóvenes viejos (1962), un grupo de jóvenes desilusionados
del conflicto con la generación anterior. Unos automovilistas protagoniza su curiosa Turismo de carretera (1968) y en La hora de María y el
pájaro de oro (1975), rueda en la
provincia de Corrientes, en el norte de Argentina. Allí perviven extraños ritos y
creencias llenas de magia y eretismo y sirve a Kuhn para contar una historia de sometimiento
y represión. Un joven cantante y actor, Leonardo Favio, conectó con el público, con un estilo nuevo
como director en Crónica de un niño solo (1965), alegoría del peronismoo y revela el
alma de la mujer argentina en El romance del Aniceto y la Francisca (1967). Fernando Solanas y Octavio Genino rodaron
en 1968, de manera clandestina, una trilogía documental, La hora de los Hornos,
formada por tres largometrajes sobre el colonialismo y la violencia en
Iberoamérica. Y un ex ayudante de Robert Bresson, Hugo Santiago,
contó con los escritores Jorge Luís Borges y Adolfo Bioy Casares para realizar Invasión (1969), cine
fantástico.
Otros participantes en la renovación
fueron José Martínez Suárez con El crack, (1960), René Múgica autor
de El hombre en la esquina (1962) y Héctor Olivera, Psexoanálisis (1968),
un experimento inteligente. Otro intento de renovación lo representó el
denominado Grupo de los Cinco, que combina la estética de la publicidad y los
hallazgos experimentales. Representaron el espíritu creativo que vivió Buenos
Aires en los 60 y en todas las manifestaciones culturales. Los cinco directores
realizaron “óperas primas” destacadas: The Players versus Ángeles
caídos (1969) de Alberto Fischerman,
El proyecto (1969), inconclusa, y Una mujer (1975) de Juan José Stagnaro, Tiro de gracia (1969) de Ricardo Becher, Juan Lamaglia y Sra. (1970) de Raúl de la Torre
y Mosaico (1970) de Néstor
Paternostro. Fue un intento brillante, absolutamente fugaz y sin
consecuencias.
El
nuevo cine argentino realizó una renovación estética, sin convertirse en un
cine revolucionario, ya que la situación social y política limitó el cine de
protesta. En realidad, desde el golpe militar de 1962, se suceden los sobresaltos
políticos y todos los Presidentes fueron derrocados sucesivamente. En 1966, Argentina sufre
otra presión militar, siendo Presidente de facto el General Juan Carlos
Ongania, decidido censor de todas las manifestaciones artísticas. Las nuevas
películas argentinas son testimonio de la realidad, aunque la carga intelectual
y la censura diluyeron las reivindicaciones, quedando principalmente su aportación al lenguaje
del cine. De todas formas, fue arriesgado mostrar la realidad. Concluye el periodo conocido como "nuevo cine" y poco a poco surgieron nuevas corrientes de expresión y nuevos directores que enlazan con la actual etapa, como Eliseo Subiela, que pertenece al grupo que él denominaba "los poetas del cine, autor de El hombre mirando al sudeste (1986), Las últimas imágenes del naufragio (1989) o El lado oscuro del corazón (1992), todas ellas destacadas en Festivales Internacionales de Cine, o Adolfo Aristarain, preocupado por los sentimientos humanos y la sociedad, posee un estilo propio que define: Mi idea es que la narración te enganche como si fuera una buena novela.
Lo que hago es pedirle al espectador que se convierta en un tipo pensante que
va construyendo cosas que yo le doy juntas, pero no masticadas. Entre sus películas se encuentran Un lugar en el mundo (1991) y Lugares comunes (2002), que nos sitúan en la época actual.
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