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sábado, 25 de abril de 2015





        EL NUEVO CINE  CUBANO




           El cine cubano es una de las  claves para comprender el nuevo cine iberoamericano.  A finales de los 50 una ola de renovación, inconformismo y cambio recorrió todos los países iberoamericanos, que duró hasta finales de los 70. En Cuba había triunfado la revolución de Fidel castro y se iniciaba una etapa esperaanzadora en la que todo iba a ser nuevo, el pasado quedaba olvidado y se empezó a vivir los ideales de la revolución. El cine  escapó de la influencia y dominio del cine comercial norteamericano y mexicano que había monopolizado la exhibición.  Para fomentar el cine  se creó el Instituto Cubano del Arte y la Industria  de Cine  (ICAIC). Los creadores realizaron sus nuevas películas bajo la influencia del neorrealismo y del realismo socialista, pero ninguno de estos estilos permitía reflejar la sociedad cubana.


      Otros directores imitaron a la "nouvelle vague" francesa o a autores como Antonioni, pero solo tuvieron éxitos parciales, como Desarraigo de Fausto Canel, un conflicto amoroso, con excelente realización, pero que no interesaba, alejado de lo que estaba sucediendo en la calle


       Fueron años de desconcierto para los directores cubanos hasta que encontraron un estilo  propio, a mediados de los 60, para contar con modernidad los acontecimientos reales. Este cambio, como siempre, fue impulsado por un grupo de líderes que consolidaron la nueva creación, destacando Humberto Solás, Tomás Gutiérrez Alea, Enrique Pineda Barnet, Julio García Espinosa, Santiago Álvarez y Alfredo Guevara.

      
Cuba sí
         Los documentales y  los medio y  cortometrajes encontraron antes un nuevo camino, gracias a la colaboración proporcionada por los mejores realizadores  internacionales en este campo, que colaboraron con los cubanos y rodaron en Cuba. Chris Markrer, autor de Cuba sí, Roman Karmen, Joris Yvens, Teodoro Christensen o Agnes Varda, entre otros. El eficaz informativo, Noticiero ICAIC Lataaianoamericano, que dirigía Santiago Álvarez se convirtió en un vivero de  reportajes y documentales renovadores. Buscó para las noticias un lenguaje nuevo cercano a nuestros videoclips y con un inteligente uso del sonido.

                           
   Las primeras obras que se vieron en España fueron Manuela (1966) de Solás y Vaqueros del caucho (1965) de Oscar L. Valdés, en el Primer Encuentro de Cine Iberoamericano, el año 1966, coincidiendo con el Congreso de Cine Hispanoamericano, organizado por Uniespaña y la Unión de la Cinematografía Hispanoamericana (UCHA). Ambas manifestaciones  se celebraron en Barcelona en el marco de la Semana de Cine en Color. Por parte cubana asistieron como delegados al Encuentro, Raúl Taladrid y Manel S. Sampeiro.


       Antonio Cuevas, buen productor de cine español, que formaba parte de la delegación española en el Congreso Hispanoamericano, se creyó obligado por el talante del régimen dictatorial español y la ideología conservadora de UCHA, a pedir la retirada de los dos documentales cubanos del Encuentro o la suspensión del Congreso. De momento, se suspendió la sesión y tras un buen almuerzo en la terraza del Hotel Barcelona se llegó al acuerdo de que ambas manifestaciones podían considerarse independientes por lo que no había que suspender ni el Congreso ni la proyección de los dos documentales cubanos.
                       




        El ICAIC, dirigido por Alfredo Guevara, pilotó la renovación teniendo éxito con los cortos y el documental y se arriesgó a que sus directores rodasen su primera película. La mayoría simples ejercicios que no gustaron al público.



   Hubo algunas obras interesantes, como Las doce sillas (1962) de Tomás Gutierrez Alea, que intentó despegarse del neorrealismo apoyado en la comedia norteamericana, anunciando la búsqueda de un estilo y alcanzando gran éxito de público. Un lenguaje innovador vemos en David (1966) de Enrique Pineda Barnet, que funde ficción y documental tratado como ficción, para relatar la vida de Frank Pais, un valioso joven de 22 años, comunista, asesinado. Tuvo una aceptación menor.



     En los siguientes Encuentros de Cine Iberoamericano de Barcelona se presentaron dos de las obras claves de este nuevo cine cubano. Las aventuras de Juan Quin Quin (1967)  de Julio García Espinosa, que con dos personajes protagonistas, un aventurero y un fiel amigo,  cuenta la acción de la guerrilla y en paralelo un mundo de aventuras. Tuvo un gran éxito de público por su temática, reflejo de la realidad y ser divertida. Y Lucía (1968) de Humberto Solás, que había obtenido un éxito de público con Manuela, una mujer corriente que se incorpora a la guerrilla realizada con extraordinaria sensibilidad y hallazgos represivos. Solás vuelve a  demostrar su talento con el tema de la mujer en Cuba,con tres ejes, la mujer, la sociedad y el amor. La experimentación narrativa está al servicio de la temática y fue bien recibida por los espectadores.
Lucía


          Por su parte, Octavio Gómez que, desde el inicio de este movimiento, venía intentando dirigir una gran película, lo consigue con Los días del agua (1971), denuncia de la manipulación de los supuestos milagros de Antoñita,  para relanzar una zona de gran pobreza. Y el realizador más notable, Tomás Gutiérrez Alea obtiene un gran éxito de público y de experimentación del lenguaje en La muerte de un burócrata (1966) crítica dura y entretenida de la burocracia que había creado el régimen, hecha desde una posición socialista. Avanza en la experimentación, bien recibida por el público, en Memorias del subdesarrollo(1968), donde combina el rodaje de imágenes, con reportajes, noticias o carteles. situando la trama tras la invasión fracasada de bahía Cochinos y la crisis de los misiles y sus efectos en la sociedad cubana.



    Gutiérrez Alea consigue un nuevo (éxito experimental y de público con La última cena (1976) que descubre el trasfondo de la explotación de esclavos  por aquellos patricios cubanos que tenían fama de ser muy humanos, sobre todo en comparación  con los ricos explotadores de países vecinos. Gutiérrez Alea manifestaba: No debemos condicionarnos por los estrechos márgenes que conducen a la amplificación, que conduce  la banalidad, solo por temor a que no nos comprendan los espectadores.



De fresa y chocolate

              La actitud de los nuevos directores cubanos dio unas décadas de buen cine y dejaron una impronta en el siguiente cine. Pero la preocupación revolucionaria y la inquietud social se fue amortiguando y fue necesario cambiar la temática. Los aciertos en la comedia de Gutiérrez Alea con la comedia abrieron paso a varios directores que cultivaron con acierto este género. Gerardo Chijona en Se permuta (1983), divertida crítica de una madre que cambia de barrio queriendo que su hija mejore de posición social y Rolando Díaz con  Los pájaros tirando a la escopeta (1984), dos enamorados deciden conocer a sus respectivas familias, ambas muestran una forma más festiva de tratar los problemas. En la década de los 90 se consolida esta tendencia con Papeles secundarios (1989) de Orlando Rojas y Adorables mentiras (1990) de Gerardo Chijona. El propio Gutiérrez Alea, en su larga carrera da un ejemplo de realización sencilla, con lenguaje propio y crítica social en una rdpl´rndida comedia, Guantanamera (1995), una actualización de la temática de La muerte de un burócrata con diferentes referencias y trama, que confirma el gusto por este género. como había demostrado antes en Fresa y chocolate (1993), codirigida con Juan Carlos Tabío. la confrontación de un homosexual abierto y un joven ortodoxo, apareciendo la tolerancia.



                Ya antes en Alicia en el puwblo de Maravillas (1991) Daniel Díaz Torres había utilizado la comedia para contar la llegada de una joven revolucionaria a un pueblo ficticio donde descubre el conformismo, la corrupción y la falta de entrega. Tiene mérito este resurgir del cine cubano utiliando la comedia que permite la crítica, en un período en el que el ICAIC entró en crisis económica, resuelta en parte con coproducciones europeas, especialmente con España, como  La vida es silbar (1998) de Fernando Pérez, que elige el camino del experi9mentalismo para narrar la búsqueda de la felicidad de sus tres protagonistas con La Habana de cuarto protagobista o Lista de espera (2000) de Juan Carlos Tabío, que utiliza el absurdo para dar entender en esta comedia que la terminal de autobuses domde esperan los pasajeros en realidad es Cuba.




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